De jonjuros y cerezas
Claudia me mira con sus enormes ojos de color caramelo y me contesta que sí, que se lo ha pasado muy bien en la fiesta. La fiesta es el parque de atracciones, de donde acaba de llegar con su madre. Luego corre hacia el sofá y coge con decisión su varita mágica, hecha con un palo de madera, cintas brillantes de reflejos dorados y una estrella de plata en la punta. Luego, agarra firmemente con la mano libre una pelota que espera en el suelo, y que tiene la virtud de plegarse sobre sí misma hasta convertirse en una especie de flor enorme de goma que, a los pocos segundos, vuelve a tomar forma de pelota pegando un salto. Entonces, Claudia se sienta en el suelo, vuelve a mirarme y grita:
-¡Gupe, ven a hacer un jonjuro!
Y yo, que siento debilidad por las cosas mágicas, no tardo ni un segundo en estar sentada enfrente de esa brujita con cara de mazapán. Claudia se derrite de risa cada vez que realiza su jonjoro: empuja la pelota contra el suelo con la mano, hasta que consigue la forma de flor, luego levanta su varita mágica, dibuja con ella círculos en el aire y finalmente toca la superficie de la pelota con la punta de la estrella, mientras grita "Jonjuro". A los pocos instantes, la sintética flor de goma da un salto y vuelve a convertirse en pelota, y Claudia rueda hacia atrás, hecha un ovillo, y se tapa la boca para que no acabe de escapársele la carcajada. Como yo también me río y me llevo las manos a la cabeza, asombrada con su magia, Claudia repite el jonjuro catorce veces más, con idéntico resultado de flores saltarinas, pelotas disfrazadas y risas enloquecidas.
Cuando se cansa de su juego de magia, se queda mirando sus zapatillas violeta con dos grandes mariposas verdes y mis calcetines blancos con mariposas amarillas. Las toca con un incierto dedito índice. Le digo que lleva unas zapatillas muy bonitas y ella me contesta que se las ha comprado mami y que le gustan mucho las maricosas.
Después, pellizca un trocito de su pijama y me alarga una de las cerezas que lleva pintadas. Me como inmediatamente la cereza, saboreándola bien. Mmmmmmmh... Como me gusta mucho, cojo un puñadito más de su pijama.
-No te comas todas mis cerezas -alcanza a advertirme Claudia, mientras su madre la lleva a la cama, cariño, que es tarde.
Echo de menos una varia mágica para que las pelotas de goma puedan convertirse en flores, y viceversa, en cuestión de segundos y con un simple salto, y para coger una cereza de tela y comérmela, y que me encante, y poder comerme todas las cerezas del pijama siempre que quiera. Echo de menos los jonjuros.
Dibujo: "Cerezas sonrientes", de Donald Peterson.
3 comentarios:
Disculpa mi falta de memoria, pero mi mente estos días ya sabes que va demasiado saturada. ¿Es posible que ya me dieras a leer esto hace meses? No te lo puedo asegurar al 100% pero tengo la impresión de haberlo leído antes. Si no tal y cómo está escrito ahora, muy parecido.
Lo del jonjuro y el pijama es que me suena un montón...
No, qué va. Imposible :-) está basado en hechos reales ocurridos hace una semana :-)
Pues te aseguro que para mí es como un déjà vu O_O
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