21 septiembre, 2006

Siguiendo el hilo

Cumpliendo el trato que hice con Alegria...

Si dejas un comentario en este post, cuando tenga un rato, yo:

1- Responderé algo aleatorio sobre ti.
2- Te diré que película/canción me recuerda a ti.
3- Te diré un sabor que me recuerde a ti.
4- Diré algo que sólo tiene sentido para ti y para mí.
5- Te diré mi primer recuerdo que tengo de ti.
6- Te diré a qué animal me recuerdas.
7- Te diré algo que siempre me he preguntado sobre ti

… suponiendo que te conozca. Y si yo respondo deberás hacer esto mismo en tu blog :O suponiendo que tengas :-)

18 septiembre, 2006

Calabazas



A mi alumna chinita no le gustan las palabras agudas. Dice que tienen un nombre muy feo. Agudas. Parece que te vayas a cortar con su filo. Y que las palabras llanas son llanas porque en español hay muchas. En eso le doy la razón. Son tantas que sería absurdo por su parte tener una actitud pedante.

Para mi alumna el idioma tiene otros recovecos: también dice, por ejemplo, que ella no le ha dado nunca una calabaza a nadie. Y que no entiende por qué dar calabazas significa rechazar o suspender. Reconozco que eso no supe explicárselo. Aunque me picó la curiosidad y buscando por la red…

Parece ser que el origen estriba en la naturaleza del fruto: panzudo y llamativo por su tamaño y color, pero ligero de peso y poco sabroso. O sea: nada de nada, que es lo que uno se lleva cuando suspende, o cuando el chico o la chica de sus desvelos le dice que no, que este baile no se lo concede.

Yo creo que calabaza debería ser una palabra aguda, porque es de las que te pinchan en la mano: ¿qué dedos no sangran un poquito cuando no pueden enlazarse con otros en el penúltimo vals de la fiesta?

06 septiembre, 2006

Repensarse frente al mar


(c) Elliot Erwitt

Esta foto es la imagen de mi refugio. Aunque soy de mares más cálidos, del Mediterráneo, y éste de Erwitt es un mar frío, británico, me veo en él.

¿Alguien sabe por qué a tantos el mar nos hace pensar y hasta repensarnos?, ¿será porque el sonido de las olas acuna nuestra alma?, ¿porque la brisa arrastra las telarañas dañinas de nuestra mente, y la humedad nos refresca las ideas?, ¿porque la arena se deja fragmentar y descomponer dócilmente por dedos juguetones?, ¿porque frente a tan gran hermosura nos reconocemos y aceptamos tal como somos: diminutos?

Amor acumulado

"¿Qué clase de amor era, pues, aquél? En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario."
Carson McCullers, La balada del café triste.

He querido añadir esta cita aquí porque creo que en este párrafo McCullers me pone el dedo en la llaga (o en una de ellas, que hay varias). Yo creo que existen personas que son "de tendencia amante": su corazón no puede soportar una acumulación muy prolongada de amor y debe proyectarlo necesariamente, como para no explotar, en el amado, que se convierte en algo así como un "receptor de amor".

El receptor es involuntario: le ha tocado. A veces es sencillo para el amado dejarse querer, pero otras veces puede sentirse culpable por no corresponder al amante, y el amante puede sufrir por no sentirse correspondido. Y ya está el lío montado.

Y no sé, ¿no podría ser todo un poco más fácil?, ¿tenemos que ir por ahí amando por necesidad?

Incompleta

No sé si es que últimamente tengo mala suerte, o es que es más habitual de lo que pensaba, o es que hay algún mensaje oculto:
Hace unas semanas compré La hora de la estrella y cuando ya me encontraba inmersa en la historia, allá por la página 31, me topo de improviso, al doblar la esquina, con la página 60. Como esta forma de elipsis me resulta demasiado incómoda, fui con el ticket de compra a la tienda y lo cambié por un ejemplar más ortodoxo, con todas sus paginitas en su sitio y eso. Vale.

Anoche me animé a empezar una recopilación de cuentos de Cheever, una edición muy mona ella pero un poquito pesada (pesada de kilos, no de aburrimiento, se entiende) -de ahí que haya tardado unos meses en decidirme a leerla: en el bolso no cabe y en la cama duele- y después de la página 64 sigue la 97. Así, sin ningún tipo de pudor. ¿Esto significará algo?, ¿será una indirecta del destino?, ¿a mi vida le falta un trozo o algo así? Yo diría que le faltan más de uno, pero bueno, una va poco a poco, ¿no? Tampoco es para ponerse a mandarme mensajes con segundas cada dos por tres. Digo yo.

En fin, lo malo es que hace meses que lo adquirí y no conservo el ticket de compra, ni siquiera recuerdo si fue en la Fnac o en la Casa del libro... Lo bueno es que no me deja ningún cuento a medias. Pero se salta dos enteritos: Oh, ciudad de sueños rotos y Los Hartley. Y ahora alguien me dirá que ésos son los dos mejores de la colección...

02 septiembre, 2006

Aterrizaje

Un buen amigo llevaba mucho tiempo sugiriéndome que crease un blog: él, erre que erre con las bondades de la cibercomunidad y yo, en mis trece con que a mí tecnología la justa. Hoy ha terminado por convencerme. La clave: no hay que programar nada de nada. Cero programación. Es que he desarrollado una especie de fobia a todo lo relacionado con la tecnología en un nivel un punto superior al de "usuario". Debe de ser que tengo los anticuerpos, dado que hace unos años pasé lo que para mí fue una enfermedad: Teleco. Es lo que ocurre cuando uno se siente obligado a hacer algo que no le gusta nada. Pero ésa es otra historia.

He querido aterrizar en el ciberespacio con un cuento (o algo parecido), porque creo que es mi mejor carta de presentación y además así, de sopetón y sin previo aviso. Como cuando me doy el primer baño del verano: si me lo pienso mucho (que si el agua estará muy fría, que si la digestión, que si las medusas), acabo por volver a sentarme en la arena a tomar el sol y, como diría un amigo mío, eso no es.

Espero que con el tiempo se me vaya quitando el miedo al shock térmico y a las medusas, y trataré de no quedarme en la arena mucho tiempo. Os dejaré mis historias aquí, prendidas en la espuma de este gran océano.