23 diciembre, 2006

Que no os pique una medusa




Las esperadas (o no) fechas navideñas ya están aquí. A mí este año se me han aparecido casi espontáneamente. En Villaverde no gastan muchas decoraciones (luces parpadeantes y esas cosas), por no decir ninguna, y he subido poco al centro, así que no me he embebido del “espíritu” (eso que no está duro) de las fechas.
A pesar de mi desapego momentáneo, me voy unos días a casa de mi madre. Tengo ganas de calor hogareño y de mar, de mucho mar.

A mi alumna china (la echabais de menos, confesadlo…) no le gusta el mar.
—Hay medusas y te pican —me dice con cara de ñissss.
—Pero si a ti nunca te ha picado ninguna medusa —replico yo, que sé que en sus 10 años de existencia aún no se ha encontrado cara a cara con uno de estos bellos especímenes marinos.
—Ya, pero si te metes en el mar te puede picar una.
—Bueno, pero eso es como no salir a la calle por si te atropella un coche —yo sigo en mis trece, por defender a mi mar, más que nada.
—Pero en la calle hay semáforos para avisarte, en el mar no hay semáforos para decirte que viene una medusa.

...

Una vez más su lógica aplastante me deja k.o., así que recojo mis bártulos (la clase ha terminado y esta vez no tengo que hacer tiempo con las esdrújulas ni con las fracciones). Felicito las fiestas a madre e hija con una gran sonrisa navideña; la madre sonríe y asiente con la cabeza, supongo que es su forma de decir “igualmente” (no habla español). Me acompañan ambas a la puerta y cuando salgo al pasillo oigo a mi alumna:
—¡Que no te pique ninguna medusa!
—Gracias —le contesto, sinceramente agradecida.
No se me ocurre un mejor modo de felicitar el año. Que no me pique una medusa. Eso exactamente le pido al 2007. Encontrar un trabajo mejor, casa, amores, paz y todas esas cosas no son más que proyecciones de futuro —algo ansiógenas, por cierto—, que a mí más que ilusionarme me agobian.

Voy a guardar en mi maleta unas pocas prendas de abrigo (este año la navidad es blanca hasta en el Mediterráneo...) y algún que otro potingue cremoso, también un par de regalitos envueltos en papel brillante (viva la previsión), voy a coger el tren, ese que nos lleva a casa a los “exiliados” y voy a intentar pasar un cálido final de año.

Felices fiestas a todos, y que no os pique una medusa.

25 noviembre, 2006

Absurdo trajín o desierto de tártaros

Aquí os dejo otra perla (hoy me he ido de pesca) y además aprovecho para recomendaros este libro, hermoso y triste como la vida.

"Precisamente en esa época Drogo se dio cuenta de que los hombres, por mucho que se quisieran, siempre permanecían alejados; si uno sufre, el dolor es completamente suyo, ningún otro puede tomar para sí ni una mínima parte; si uno sufre, no por eso los otros sienten daño, aunque el amor sea grande, y eso provoca la soledad en la vida"

© Dino Buzzati, El desierto de los tártaros

En mi pecho

Con (o más bien sin) el permiso de Manolo, aquí os dejo esta perla, que para mí es casi un himno. Para mis cómplices. Cuánta verdad.

En mi pecho, corazón,
late libre, sin temor.
Déjame ser verso de amor,
la devoción de un amigo.
Mucho tiempo sombra fui,
en mi mismo me perdí.
De ti aprendí a ser la mano que da
sin recibir,
generosa y leal.

¿Qué es la vida? absurdo trajín.
Dame alma, calor.
Ser tan limpios como la nieve que cae.
Todo tiene quien todo da.

Nada espero, nada sé,
nada tengo, sólo fe.
Y donde estemos, saber estar;
aunque sea ingenuo, no codiciar.
Nunca ceder ante la adversidad.
Quiero tener la alegría
del que está en paz.
Mis cadenas he de romper;
fuera penas, amargas como la hiel.

© El Último de la fila

08 noviembre, 2006

de Úrsulas y fantasmas

Todo empezó con un texto de Baroja…
«Mi tía Úrsula, hermana mayor de mi madre, solterona romántica, comenzó a enseñarme a leer. Doña Celestina era como el espíritu de la tradición en la familia Aguirre; la tía Úrsula representaba la fantasía y el romanticismo.»

—¿Qué significa Úrsula? —me pregunta inocentemente mi alumna chinita (a quien en breve tendré que empezar a pagar derechos de autor).
—Es el nombre de la tía, es un nombre propio.
—¿Úrsula? Qué nombre más feo, nunca he oído ese nombre.
—Es un poco antiguo, sí.
—¿Y qué es espíritu? —me sigue preguntando, sin mala intención.

Y yo me pregunto: 1. ¿Quién ha sido el listo que ha puesto un texto de Baroja en un libro de quinto de primaria? y 2. ¿Por qué en lugar de explicarle que, en este contexto, espíritu es tendencia, inclinación etc. preferí meterme en el siguiente berenjenal?

—Pueesss… espíritu es la parte de las personas que no es corporal —me aventuro.
—¿Corporal? —duda ella.
—Sí, la parte que no se puede ni tocar ni ver. Como el pensamiento —sigo yo, convencidísima.
—Pero tocar también es sentir, ¿no? Porque si yo toco esta hoja —dice, cogiendo la esquina de un folio—, también la siento.
—Sí, tocar también es sentir.
—Entonces el pensamiento se puede tocar, porque cuando piensas algo también lo sientes. Y lo estás viendo, porque tienes la imagen en la cabeza.

Entonces me puse a pensar qué diablos es el espíritu y si realmente existe cosa semejante, y si se puede separar el cuerpo de la mente. Y resulta que hasta una niña de 10 años sabe mejor que yo que, al menos, no puede hacerse fácilmente.

«¿Y qué le digo yo ahora?»… he aquí la perla que solté:

—Bueno, digamos que es la parte de las personas que no es sólida.
—¿Sólida?, ¿qué es sólida?
—Duro, lo que no es duro como los brazos.
—Pero las células son blanditas.

&%”&/$•&”$•/!#@#@~

Aquí ya supe que no tenía nada que hacer, porque su convicción de que las células son unas cosas blanditas es absoluta. Por ahí no tenía salida. Así que, como casi siempre, me escapé como pude:

—Bueno, a lo que vamos, ¿espíritu lleva o no lleva tilde?

Menos mal que no se le ocurrió comprobar que esa definición un poco fantasmilla que le di (y que por cierto coincide más o menos con la que da el María Moliner), para el texto de Baroja quedaba cuanto menos extraña.

Ahora, para prepararme las clases de primaria, me estoy leyendo las obras completas de Hegel, ¿qué menos, no?

18 octubre, 2006

Filosofía oriental



Mi alumna chinita y yo repasamos Conocimiento del medio: con qué respira cada animal. Entonces, después de contarme que los mamíferos utilizan los pulmones y los peces, las branquias, me pregunta:
—De todos los seres vivos que existen, ¿cuáles son los más felices?
Tras el pasmo inicial y la risa casi terapéutica, le contesto, sin responder (en parte porque a veces me puede la cobardía y en parte porque sentí curiosidad por su razonamiento):
—Pueeees… no estoy segura, ¿cuáles crees tú que son los más felices?
—Los perros, no —me contesta ella, mucho más valiente que yo (por algo tiene 10 años)—. Porque no pueden llevar gafas, ni esas cosas que se ponen en las orejas, así redondas.
—¿Auriculares?
—Eso, auriculares. No pueden ponerse auriculares ni tampoco pueden andar con dos patas. Ni escribir. Y no pueden trabajar.
—A lo mejor son más felices por no trabajar —me aventuro—. Pueden estar todo el día jugando.
—Sí, pero no pueden comprarse ropa. Y los delfines tampoco son los más felices, porque solo pueden vivir en el agua.

Así que ni los perros, ni los delfines. Reconozco que sí se me ocurrió cuál podía ser el animal más feliz. A mi alumna no me atreví a confesárselo, pero enseguida me dije «el que menos piense», y ahí estaba el bichejo, dando botes y sonriendo. Yo no sé si tendrán problemas las pulgas, pero no sé por qué me parece que no. Aparte de esos collares malolientes que venden los veterinarios, no se me ocurre qué otro sin vivir pueden tener. Aunque a lo mejor me equivoco y es imposible que sean felices si no pueden ponerse unas gafas. ¿Habrá gafas para pulgas?, ¿y auriculares?

Como mi alumna había llegado a una conclusión más aliviante que la mía, decidí allanarle un poco el camino:
—Entonces, según tu teoría, parece que el hombre es el ser vivo más feliz, ¿no? Puede trabajar, escribir, llevar gafas y auriculares, caminar con dos patas, comprar ropa y no vive en el agua.
—Sí, es el hombre —concluyó con una sonrisa—. Y tú, ¿por qué no sabes cuál es el animal más feliz?, ¿es que no te lo enseñaron o es que ya no te acuerdas?
—Mmmm… No, no me lo enseñaron.
Llegadas a este punto, pretexté que se nos echaba el tiempo encima para cambiar de tema: la propiedad conmutativa, lección 3 de matemáticas. Aunque no lo parezca, a veces las propiedades pueden ser nuestras amigas.

Al rato, la cabecita de mi alumna se puso de nuevo en funcionamiento —¿deja de estarlo algún segundo?—:
—Esta suma es muy fácil —dice, apartando el cuaderno de la mesa—. Y a ti —continúa—, ¿qué curso te gusta más de todos?, ¿cuarto, quinto, sexto…?
—Pues no sé, me gustaron todos, hace mucho tiempo para acordarme de cuál me gustó más —aquí no salta ninguna pulga por mi cabeza.
Ella me mira con esos ojos que ponen a veces los padres, que dicen algo así como «no tienes remedio», y sentencia:
—No te acuerdas de nada. A este paso cuando seas vieja no te vas a acordar de cuando eras feliz.
o_O
—Y… ¿qué palabras tenías que subrayar en el ejercicio de lengua, las esdrújulas? —le pregunto a mi profesora de filosofía.

02 octubre, 2006

Arquitectura de género




Nunca me había parado a pensar en el género de los países. En francés sí, en francés está claro: hay países masculinos (le Pérou) y países femeninos (la Russie). Pero, ¿en español? En español no les ponemos artículo. Y aún así, tenemos países femeninos y países masculinos: en todo Japón / en toda Francia.

España es femenina.

El género de las palabras es arbitrario: no hay ningún motivo racional para que, por ejemplo, mesa sea femenino en lugar de masculino. Pero, no sé por qué, de repente me ha llamado la atención que España sea femenina. Nunca lo había pensado, la verdad. Me he dado cuenta hoy, cuando han presentado en el telediario la Bienal de Arquitectura de Venecia, donde el comisario del pabellón español ha dado especial importancia al género femenino.

¿Cuándo dejará de ser noticia que las mujeres destaquemos en alguna actividad?, ¿qué pasaría si España fuese masculino?, ¿saltarían más chicas a la palestra?

“El pabellón español es uno de los más satisfactorios formalmente y, aunque incluye muchos buenos proyectos urbanos, el enfoque se centra exclusivamente en la presencia de mujeres. Presenta una serie de tres docenas de cajas de luz blancas, cada una con una pantalla vertical de vídeo que muestra a una mujer por encima de la cintura hablando de cuestiones urbanas. El comisario, Manuel Blanco Lage, al estilo de Pedro Almodóvar, ha producido una versión exclusivamente femenina de un mundo que está dominado normalmente por hombres, presentando a las mujeres que trabajan como urbanistas, políticos, artistas, promotoras, vendedoras ambulantes y, por supuesto, arquitectas. La arquitecta Carme Pinós ha comentado: "¡Todo el mundo dice lo bien que salgo en el vídeo, pero parece que nadie se fija en mi torre!" (la recientemente terminada Torre Cube de veinte pisos de altura en Guadalajara, México). Y éste es el espíritu del conjunto de la exposición, que resta importancia al papel de la arquitectura.”

http://www.elpais.es/articulo/arte/Ciudades/arquitectura/elpbabart/20060916elpbabart_8/Tes/

21 septiembre, 2006

Siguiendo el hilo

Cumpliendo el trato que hice con Alegria...

Si dejas un comentario en este post, cuando tenga un rato, yo:

1- Responderé algo aleatorio sobre ti.
2- Te diré que película/canción me recuerda a ti.
3- Te diré un sabor que me recuerde a ti.
4- Diré algo que sólo tiene sentido para ti y para mí.
5- Te diré mi primer recuerdo que tengo de ti.
6- Te diré a qué animal me recuerdas.
7- Te diré algo que siempre me he preguntado sobre ti

… suponiendo que te conozca. Y si yo respondo deberás hacer esto mismo en tu blog :O suponiendo que tengas :-)

18 septiembre, 2006

Calabazas



A mi alumna chinita no le gustan las palabras agudas. Dice que tienen un nombre muy feo. Agudas. Parece que te vayas a cortar con su filo. Y que las palabras llanas son llanas porque en español hay muchas. En eso le doy la razón. Son tantas que sería absurdo por su parte tener una actitud pedante.

Para mi alumna el idioma tiene otros recovecos: también dice, por ejemplo, que ella no le ha dado nunca una calabaza a nadie. Y que no entiende por qué dar calabazas significa rechazar o suspender. Reconozco que eso no supe explicárselo. Aunque me picó la curiosidad y buscando por la red…

Parece ser que el origen estriba en la naturaleza del fruto: panzudo y llamativo por su tamaño y color, pero ligero de peso y poco sabroso. O sea: nada de nada, que es lo que uno se lleva cuando suspende, o cuando el chico o la chica de sus desvelos le dice que no, que este baile no se lo concede.

Yo creo que calabaza debería ser una palabra aguda, porque es de las que te pinchan en la mano: ¿qué dedos no sangran un poquito cuando no pueden enlazarse con otros en el penúltimo vals de la fiesta?

06 septiembre, 2006

Repensarse frente al mar


(c) Elliot Erwitt

Esta foto es la imagen de mi refugio. Aunque soy de mares más cálidos, del Mediterráneo, y éste de Erwitt es un mar frío, británico, me veo en él.

¿Alguien sabe por qué a tantos el mar nos hace pensar y hasta repensarnos?, ¿será porque el sonido de las olas acuna nuestra alma?, ¿porque la brisa arrastra las telarañas dañinas de nuestra mente, y la humedad nos refresca las ideas?, ¿porque la arena se deja fragmentar y descomponer dócilmente por dedos juguetones?, ¿porque frente a tan gran hermosura nos reconocemos y aceptamos tal como somos: diminutos?

Amor acumulado

"¿Qué clase de amor era, pues, aquél? En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario."
Carson McCullers, La balada del café triste.

He querido añadir esta cita aquí porque creo que en este párrafo McCullers me pone el dedo en la llaga (o en una de ellas, que hay varias). Yo creo que existen personas que son "de tendencia amante": su corazón no puede soportar una acumulación muy prolongada de amor y debe proyectarlo necesariamente, como para no explotar, en el amado, que se convierte en algo así como un "receptor de amor".

El receptor es involuntario: le ha tocado. A veces es sencillo para el amado dejarse querer, pero otras veces puede sentirse culpable por no corresponder al amante, y el amante puede sufrir por no sentirse correspondido. Y ya está el lío montado.

Y no sé, ¿no podría ser todo un poco más fácil?, ¿tenemos que ir por ahí amando por necesidad?

Incompleta

No sé si es que últimamente tengo mala suerte, o es que es más habitual de lo que pensaba, o es que hay algún mensaje oculto:
Hace unas semanas compré La hora de la estrella y cuando ya me encontraba inmersa en la historia, allá por la página 31, me topo de improviso, al doblar la esquina, con la página 60. Como esta forma de elipsis me resulta demasiado incómoda, fui con el ticket de compra a la tienda y lo cambié por un ejemplar más ortodoxo, con todas sus paginitas en su sitio y eso. Vale.

Anoche me animé a empezar una recopilación de cuentos de Cheever, una edición muy mona ella pero un poquito pesada (pesada de kilos, no de aburrimiento, se entiende) -de ahí que haya tardado unos meses en decidirme a leerla: en el bolso no cabe y en la cama duele- y después de la página 64 sigue la 97. Así, sin ningún tipo de pudor. ¿Esto significará algo?, ¿será una indirecta del destino?, ¿a mi vida le falta un trozo o algo así? Yo diría que le faltan más de uno, pero bueno, una va poco a poco, ¿no? Tampoco es para ponerse a mandarme mensajes con segundas cada dos por tres. Digo yo.

En fin, lo malo es que hace meses que lo adquirí y no conservo el ticket de compra, ni siquiera recuerdo si fue en la Fnac o en la Casa del libro... Lo bueno es que no me deja ningún cuento a medias. Pero se salta dos enteritos: Oh, ciudad de sueños rotos y Los Hartley. Y ahora alguien me dirá que ésos son los dos mejores de la colección...

02 septiembre, 2006

Aterrizaje

Un buen amigo llevaba mucho tiempo sugiriéndome que crease un blog: él, erre que erre con las bondades de la cibercomunidad y yo, en mis trece con que a mí tecnología la justa. Hoy ha terminado por convencerme. La clave: no hay que programar nada de nada. Cero programación. Es que he desarrollado una especie de fobia a todo lo relacionado con la tecnología en un nivel un punto superior al de "usuario". Debe de ser que tengo los anticuerpos, dado que hace unos años pasé lo que para mí fue una enfermedad: Teleco. Es lo que ocurre cuando uno se siente obligado a hacer algo que no le gusta nada. Pero ésa es otra historia.

He querido aterrizar en el ciberespacio con un cuento (o algo parecido), porque creo que es mi mejor carta de presentación y además así, de sopetón y sin previo aviso. Como cuando me doy el primer baño del verano: si me lo pienso mucho (que si el agua estará muy fría, que si la digestión, que si las medusas), acabo por volver a sentarme en la arena a tomar el sol y, como diría un amigo mío, eso no es.

Espero que con el tiempo se me vaya quitando el miedo al shock térmico y a las medusas, y trataré de no quedarme en la arena mucho tiempo. Os dejaré mis historias aquí, prendidas en la espuma de este gran océano.