18 octubre, 2007

Chinchetas


Hoy me han explicado lo que son las creencias limitantes. Son esas frases lapidarias, pronunciadas con tono de verdad absoluta por alguna figura referente (padre, madre, hermanos mayores, profesor…), destinadas a explicar con una increíble simpleza algo tan complejo como un comportamiento, un rasgo de carácter o una actitud que de otro modo resultaría incomprensible. O tal vez sólo más incómodo de comprender.

Se genera una creencia limitante cuando, por ejemplo, unos padres dicen a su hijo: «Pero qué negado eres en matemáticas» cada vez que, a los ocho años, le sale mal una resta con llevada. Es probable que, efectivamente, el niño termine por ser negado en matemáticas. Se compra la explicación minimalista (¡¡porque se la venden sus propios padres!!), la graba en algún lugar de sus emociones y a partir de entonces la frase se comporta como una chincheta que lo clava a la pared por la manga del jersey y no le permite seguir caminando. El niño permanece anclado en la negación matemática.

Teóricamente, nos quedamos con estas creencias porque nos sirven para algo. A una amiga mía su madre le ha dicho varias veces que a su hermano, antes de nacer ella, su padre no le pegaba. Que estaba encantado con él, que lo llevaba a todas partes y que lo quería con locura. Que la cosa cambió cuando mi amiga comenzó a despabilarse. Cuando empezó a portarse bien, supongo, porque mi amiga era muy buena de pequeña. La explicación, seguramente, le sirve a su madre para descargarse de la responsabilidad de no haber sabido proteger a su hijo de las palizas de su padre. Eso sería más incómodo de reconocer, sin duda. Lo que no sé es para qué le ha valido a mi amiga comprarse semejante creencia. No sé qué le ha visto a la frase para quedársela, así tal cual, sin matizarla, ni dejarla reposar, ni darle alguna vueltita para ver qué esconde. Tener grabado en algún recoveco de su mente o de su cuerpo o de su alma que su hermano empezó a sufrir porque ella nació debe de ser una losa difícil de llevar para mi amiga. Sí tiene pinta de ser limitante, sí. Yo, si alguna vez tengo hijos, prometo no regalarles ese tipo de chinchetas.

Pero hoy no todo han sido averiguaciones sombrías: también me han contado algo positivo. Parece ser que, una vez se deshace uno de las chinchetas que lo mantienen clavado a la pared, es fácil que uno eche a volar y deje de ser un negado en matemáticas. Incluso es posible que llegue muy lejos, hasta el infinito. O más allá.

5 comentarios:

Rafa Ventura dijo...

Piensa uno que también habrá otras creencias, inversas a las limitantes, diametralmente opuestas digamos, pero también son chinchetas: aquellas aseveraciones positivas, que te empujan a recrearte en un hacer determinado, olvidando otros o desdeñándolos por menos prácticos, por ejemplo. Me explico: "Tu serás un estupendo matemático. Se te dan bien las integrales. Olvídate de todo y céntrate en tu carrera de matemático. Lo demás no importa". Y uno, que cuando escucha estas cosas tal vez es demasiado joven para desoírlas inmediatamente, se fía y persigue la idea que otros tenían de él mismo... al final es otra chincheta ¿no? Suerte que luego están los amigos, los de verdad, para insistirle a uno en aquellas cosas que también hace bien, y que andando el tiempo puede uno corregirse. Y reinventarse. Que si no...

Gonmator dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Fedora (me he permitido abreviar tan largo nombre por el que me resulta más cercano :-), aunque no del todo.
Las chinchetas "positivas" son chinchetas al fin y al cabo, como bien dices, pero no dejan de ser limitantes, no son tan opuestas. Son diferentes, ¡qué duda cabe! pero te pueden marcar, hacerte ser lo que tal vez no quieres ser, o no ser lo que no quieres dejar de ser, y entonces sí son limitantes.

Pero, sí, ¡suerte que están los amigos! ¡Y bienvenidas las alas que te salen cuando logras quitarte la chincheta! (¿O siempre han estado ahí?)

Gonmator dijo...

¡Se me olvidaba! (aunque me acuerdo. siempre se me olvidan cosas). Espero profundamente que tu amiga se termine de deshacer de esa chincheta...

Gupe dijo...

Sé lo que quieres decir, Fedora. Supongo que todas las etiquetas que nos ponen (ya sea: tú para el dibujo no vales, niño; o: qué genial artitecto serás, hijo mío; o: qué niño más trasto; o: qué niña más buena, que no hace ni ruido) son negativas, porque no te dejan ser.

Gonmator, me consta que mi amiga progresa con rapidez en su afán por desclavarse de cualquier tipo de muro.

Y ahí están los amigos: los que te dejan ser, los que te ayudan a desclavarte simplemente estando ahí, no necesitan hacer nada más que estar y dejarte ser. Que no es poco.

Anónimo dijo...

Es curioso, pero este domingo pasado también tuve una conversación con algo muy relacionado: las etiquetas. Las chinchetas ayudan a poner etiquetas a la gente.

Y esto puede animar: una chincheta tiene más facilidad para despegarse que un clavo ;)
(y el clavo muchas veces necesita de otro clavo para quitarse, es la serpiente que se mueve la cola)