Rottenmeier
Se acabaron las clases de filosofía y los regalos infinitos; los panes calientes y dulces y los «Dios mío, ¿y qué le contesto yo ahora?»; las reflexiones sobre calabazas y gomas de borrar, cuerpo y espíritu, felicidad y pulgas; los Ferrero en Navidad y las pegatinas de mariposas; los corazones de papel y los lápices con flores dibujadas.
Me ha dado pena decirle adiós a Yingming, y ni siquiera pude despedirme. Ayer me confirmaron en la academia que los padres han buscado otra profesora. Pues vaya. Algo así me esperaba, porque el padre (la madre no, no habla español) me había pedido ya alguna vez que le pusiera ejercicios adicionales y que le exigiera más a la niña. Que andaban muy preocupados por ella, por las notas, me dijeron en la academia. ¿Preocupados por ella? ¡Pero si es brillante! Tal vez sus notas no lucen mucho: saca bienes y notables (uf) en lugar de los sobresalientes que sus padres esperan, pero ella es genial. ¿Se habrán tomado la molestia de escucharla alguna vez? Lo dudo. O quizá sí, se han sentado a escucharla y no la han comprendido porque, sencillamente, la niña y sus razones están por encima de sus posibilidades.
Siento no verla más, me gustaba hablar con ella. Seguramente no logré que sacase nueves en matemáticas o en «cono». Bueno, seguramente no: no lo logré. Pero yo sí la escuchaba, y le di libertad para preguntarme lo que quisiera (aunque no siempre supiera contestarle…), para razonar a su antojo, para expresarse como deseaba. Creo que eso es más importante que las notas. Sobre todo cuando no se suspende nada.
Así que en el fondo yo me lo he buscado. Por jugar al Club de los poetas muertos. Los padres han encontrado a una rottenmeier que le ponga ejercicios extra a su hija (que va al cole de lunes a sábado, por cierto). Lo único que me alegra es que no seré yo quien contribuya a cuadricularla. Ni a presionarla. Ni a exprimirla.
¿Por qué ese empeño en que las notas sea lo único que cuenta para los niños? ¡¡Si en la vida real no hay notas!! No entiendo nada. En fin.
Hasta pronto, Yingming. Espero que seas más fuerte que todos ellos y sepas conservar tu brillo. Siempre.
6 comentarios:
Cuadrículas... en los últimos dos días, he oído mucho de cuadrículas, concretamente en forma de cajas: "esto queda mejor si lo metes en una caja", "en una caja queda más claro", "te ahorras esfuerzo visual al ponerle cajas, llegas antes a la información", "te sitúas mejor con cajas"...
¡¡A LA MIERDA LAS CAJAS!! ¡¡IMAGINACIÓN AL PODER!! Al final he hecho MI póster, sin cajas.
Jo, qué pena... pero yo sé lo primero que va a decir la niña para sí cada vez que llegue su Rotenmeyer particular:
"¡OH CAPITÁN, MI CAPITÁN!" :)
:-))) sí, y sabrá que un rebelde es el que se niega a seguir comiendo espinacas todas las noches y, si hace falta, deja de cenar.
¡¡Mueran las cajaaaaaaaaas!!
OHHHH!!!!Qué pena Guada!!!Con lo que yo esperaba cada semana las historias de tu nena chinita...Pero no va a olvidar lo que has hecho por ella, a esa edad las cosas ya no se olvidan!!!
Cuidate mucho Guada y besitos mil
Bueno...ninguna guerra se ha ganado con un solo combate....No esta nada mal que después de 30 años buscando hayamos entendido que no es bueno esperar demasiado de los hijos porque es el mejor modo que al fin y al cabo no se realicen....
Esta bien intentar transmitir este mensaje a otros...si lo entienden, mejor, sino...queda la satisfaccion de haberlo intentado...el "fracaso" es parte fundamental de la vida, y con él, el ser humano se construye mejor aunque no se piense asi en el momento mismo...Alguien sabio decia que no hay mal que por bien no venga!
fani: Ya, tía, a mí me dio mucha penita. No sé si ella me recordará, pero yo seguro que no la olvido :-)
anónimo: No es que esperase transmitir al padre ningún mensaje(1: su comprensión del español es limitada, porque es chino; 2: no creo que yo pueda convencer a ningún padre de eso; 3: no hago milagros, aunque pueda parecerlo :-P), pero sí me quedaba cierta esperanza de que mi relación con la nena durase algo más... En fin, siempre me quedará su corazón de papel :-)
Jo! ¡Pues qué pena! Ya no sólo perder el curioso vínculo que teníamos todos con Yingming sino, peor aún, la causa de ello: la eterna manía de educar a los hijos para que sean como los padres quieren que sean; y, sobre todo, esa maldita manía del éxito, por encima incluso de la felicidad, como si fueran cosas equivalentes.
Pues que penita.
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